Esto de hacer un MBA cómo que le abre la cabeza a uno. Es una experiencia de largo aliento, especialmente para que los que no tenemos una formación específica de negocios, o de ingeniería o de matemáticas. Sin embargo, es también una oportunidad para darse cuenta de que por ahí uno tiene una que otra cosa que no abunda entre los que tienen formación más científica.
Imagine que se encuentra en un ascensor con su inversionista y tiene sólo el tiempo del trayecto para convencerlo de que su producto es interesante y que le gustaría saber más para poder invertir en el. Esa es la premisa del Elevator Pitch. Algo que es ciento por ciento de negocios, pero que más que una planilla de cálculo y unas cuantas fórmulas, es un arte.
Plan de marketing, proyección de costos, modelo de negocio, equipo humano, detección de la necesidad (qué es lo que su producto REALMENTE soluciona) y muy importante: cuánta plata va a ganar. Esos son solo algunas de las cosas que tiene que tener claro al momento de hacer su pitch y es fácil tupirse con tanta cosa.
Personalmente creo que esto es más bien storytelling, es saber empatizar, conectar emocionalmente con las personas, con tus potenciales clientes, con tu inversionista. Atrapar su atención, cautivar, entusiasmar. Son palabras difíciles, complejas. Pero creo que es mejor que alguien te muestre cómo se hace.
Imagínese entonces que usted es un accionista minoritario, que su compañía pierde dinero y cree que la mejor solución es «racionalizar la compañía» y vender. El directorio no lo quiere mucho, entonces usted pide la palabra en una reunión de accionistas… Sólo tiene tres minutos para convencerlos:
Gordon Gekko es el maestro del elevator pitch. De acuerdo no con lo de la avaricia, pero que el tipo es genial no hay duda.
Dése un ochentazo, consígase el VHS y vea Wall Street. La original. Y vea cuantos amigos suyos le tienen prendida una velita al personaje de Michael Douglas, le apuesto que hay más de uno.