Transparencia

«¡Es que me sacaron de contexto!»


Respuesta clásica de toda persona a la que no le gusta lo que publicaron los medios sobre lo que dijo. O peor aún, que esa frase generó reacciones que no estaban previstas y tiene que dar explicaciones para aclarar que fue lo que quiso decir cuando en realidad él quería decir otra cosa completamente distinta. ¿Le suena conocido?

La verdad es que el único culpable es él mismo.

O en el mejor de los casos, de quien lo haya preparado para la entrevista.

Este no es un tema menor y es un clásico ejemplo de lo complejo que es el trabajo en comunicaciones y se resume siempre en tener claridad de la idea que se quiere transmitir. Para eso hay que hacer la pega. Hay que trabajar las frases (los famosos mensajes clave) pero en un contexto claro y determinado, en una cancha clarita y delimitada. Y ahí es donde nuevamente entra en juego la capacidad de contar historias o storytelling. Es tu narrativa la que define el campo de juego y aporta claridad. Los problemas surgen cuando los voceros dan respuestas muy largas o caen en la trampa del especialista: dar tanto pero tanto detalle sobre un tema que nadie entiende nada.

En los últimos días hay dos casos para mirar. El primero es uno local, el Contralor de la República Ramiro Mendoza se sorprende porque se publicaron unas declaraciones suyas que efectuó durante una clase dictada en una universidad. Su respuesta clásica fue que lo sacaron de contexto, que si bien él no negaba lo dicho alegaba que estaba fuera de contexto y que el ámbito en que se habían hecho esas declaraciones era privado.

Al señor Mendoza, quien merece todo mi respeto, se le olvido que estamos en una casa de cristal. Ese es el contexto y esas son las reglas.

Otro ejemplo interesante es el que le sucedió al nuevo CEO de Microsoft, Satya Nadella.De origen indio, Nadella es una especie de opuesto exacto al energético Ballmer y tiene un estilo más pausado y reflexivo. Está cambiando profundamente la cultura de Microsoft y reenfocandola hacia el futuro.

La semana pasada, mientras era entrevistado en el escenario durante un foro de mujeres y tecnologia – el Grace Hopper Celebration of Women in Computing- le preguntaron, para cerrar, qué consejo le daría a las mujeres para que pudieran mejorar sus sueldos y cerrar esa brecha con los hombres. La respuesta es de manual: «En realidad no es sobre pedir un aumento de sueldo, sino por saber y tener fe en que el sistema va a darte el aumento correcto en la medida que progresas» y agregó «Eso es buen karma. Es algo que se va a regresar. Ese es el tipo de persona en la que quiero confiar y a la que le quiero dar más responsabilidad»

Vista en un contexto de filosofía personal, la frase puede ser inofensiva. Dicha en un foro que buscar promover la participación de mujeres en la industria tecnológica tiene el efecto contrario. Las reacciones fueron inmediatas y Nadella se disculpó públicamente, en e-mail a los empleados que se publicó en el sitio web de la compañía.

Si no está dispuesto a ver sus palabras en el New York Times, entonces no las diga.

Esto es lo que dijo el Times: Why Microsoft’s Nadella is  Wrong About Women and Raises.

No diga luego que no le avisaron.

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La Casa de Cristal


El concepto es bastante simple. La ubicuidad de los medios, de las cámaras que hoy están presentes en más de 15 millones de teléfonos móviles en Chile, de que cualquiera puede iniciar una campaña viral en twitter (para bien o para mal), que cualquiera puede transformarse en una fuente, que cualquiera puede filtrar información, es un valor básico en una sociedad transparente. Que todos estamos expuestos a que todo se sepa, a que nada es privado. Vivimos en una casa de cristal.

Pero global.

Para las empresas, organizaciones y líderes de opinión, de todos los ámbitos es un hecho. Pero si lo vamos a hacer, hay que hacerlo bien. No a medias, porque entonces los resultados son horribles. En todo el Pentagate pareciera que la casa de cristal tiene los vidrios sucios. Todo lo que se sabe son transcendidos, es decir, información que viene desde la opacidad, desde los rincones más oscuros de la máquina político-judicial que se aprovecha del hambre del golpe periodístico para «informar» primero pero no mejor.

Por eso que esta selección de personas «nombradas» en el expediente tenga un tufillo de operación política más que de investigación judicial. Tiene más de manipulación que de transparencia. Los columnistas, opinólogos políticos (incluidos diputados y senadores de lado y lado) han salido a rasgar vestiduras sobre la importancia de la transparencia, basándose en información que es más un rumor, una filtración y que buscan la gloria del golpe político o comunicacional.

Todo bien, hasta que nos damos que en la casa-realty-de-cristal estamos todos. Y lo que hoy decimos y declaramos queda registrado. Lo que hacemos y dejamos de hacer.

Me pregunto entonces, cuando a todos estos opinólogos que rasgan vestiduras por la transparencia les llegue su turno, sus quince minutos para explicar por qué hicieron algo o dejaron de hacerlo. Seguramente hablarán de privacidad indivual, del espacio propio, vital, íntimo que ha sido vulnerado.

Pero en las casa de cristal eso no existe. Y si no lo entiende, no entre al juego. No diga que no le advirtieron.