Cultura

Editen Esto


Por Víctor Aimi

Steve Jobs me perdió cuando dijo «ya nadie más lee». Mi opinión es que todos estamos leyendo más que nunca, a tal punto que la humanidad ha evolucionado como especie a algo que lee, como ilustran esos gráficos socarrones que completan el paso del mono al hombre con una última persona encorvada con la cara sobre el celular.

evolución humana - vica

Al menos se sentó en lugar de seguir caminando mientras lee

En realidad, entre email, textos, mensajeros, WhatsApp, Facebook, Twitter, LinkedIn, Kindle, iPad y los distintos sitios y apps, la persona promedio pasa muchísimo más tiempo leyendo que hace sólo 10 años. Al punto tal el texto es importante, que en el mecanismo publicitario más extendido en la actualidad, Google, los anunciantes invierten por palabra, en lugar de por segundo o centímetro como antes.

Claro, comparado con las campañas públicas para promover la lectura de libros, una observación despersonalizada es que hoy leemos algo muy diferente a lo que leíamos cuando dedicábamos menos tiempo a la lectura. Entrando en el terreno resbaladizo de las opiniones, el email es una adicción, lo que recibimos en los textos ni siquiera es español, Facebook es una pérdida de tiempo, Twitter todavía no sabemos para qué sirve, en las noticias de Internet no se puede confiar y leer en digital «no es lo mismo» que leer en papel. En resumen, aunque leemos mucho más, pareciera que no nos gusta demasiado lo que leemos y mucho menos, lo que leen otros.

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Se acuerdan de las revistas?

Hasta hace un rato, confiábamos por completo en los editores para elegir que leer. Al leer un diario, sitio o libro, el acuerdo tácito es que otra persona está haciendo el trabajo de seleccionar los temas y presentarlos de una manera que funcione para nosotros. Los mejores editores parecían tener una conexión sobrenatural con su público que les permitía predecir qué les iba a gustar en cada momento. Eso lo hemos reemplazado mal y pronto por los reportes de tráfico.

Ricardo Sametband de La Nación (Argentina) me describía este año la experiencia de editar usando información de tráfico como «fantástica y deprimente a la vez».  Por un lado, es maravilloso saber en todo momento cuánta gente está leyendo qué cosa e inclusive qué tan lejos llegan a leer cada artículo (me dijo «la pirámide invertida está más vigente que nunca»). Por otro lado, es deprimente comprobar con exactitud los mórbidos intereses de los otros y su falta de curiosidad para llegar hasta el segundo párrafo.

man bites dog

Pero cuánto tráfico tuvo?

En realidad, la versión idealizada de la lectura es el principal obstáculo para evolucionar lo que leemos. El trabajo de Ricardo y todos los otros editores, de usar la información de tráfico sobre los verdaderos intereses de los lectores para crear mejor material de lectura, es la clave del futuro de los medios. Si los medios pudieran contratar más personas para hacer este trabajo, en lugar de seguir achicándose, podríamos tener cosas fantásticas que leer enseguida! Para eso, habría que vender mucha más publicidad online. Ya voy por el sexto párrafo, así que eso lo dejo para otra vez.

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Olor a Naftalina


Hoy parte la Feria Internacional del Libro de Santiago o FILSA. Un evento sin duda culturamente importante, potente, de esos que no hay que perderse. Si su hijo o hija tiene dentro suyo el bichito de la lectura, invierta unos pesitos y busquen juntos un buen libro. Algo que los atraiga, que los entretenga, que los alegre. Tal vez como nunca, la literatura para jóvenes y adolescentes está viviendo un momento de oro. Habrá también la operotunidad de ver lo que pasa también con los ilustradores y el comic, otro estilo y género que vive un renacer importante.

Sin embargo el evento todavía me huele a un poco de naftalina. Revisando el programa encontré sólo un expositor que fuera a hablar de libros digitales, un argentino que se atreve a tener una primera editorial de libros digitales. Ojo que tuve que explorarlo. La Feria aún se enfoca en ser un referente cultural (lo que me parece loable) pero le hace el quite a la más importante tendencia del mundo editorial que es la irrupción de los libros digitales. Cómo que por esta parte del mundo creemos que si ignoramos el hecho entonces es cómo que nada sucediera.

Me gustan los libros, pero también me gustan los libros digitales. Y en Chile parecemos aferrados a un sistema de distribución del conocimiento que es obsoleto. La feria será el lugar de encuentro en donde 350 bibliotecas públicas harán su compra y encargos anuales. La biblioteca en sí, como un recurso clave para acercar el conocimiento y los libros a las personas es un dinosaurio. Caras, difíciles de mantener y aún más difíciles de administrar. ¿Para que voy a ir a una biblioteca si puedo tener los libros en mi teléfono? O bien puedo tenerlos y leerlos en un tablet, cuyo costo de los modelos más básicos es el equivalente 40 mil pesos chilenos. O mejor dicho, dos libros.

Un dato, según la consultora IDC, el año pasado de vendieron más de 1,5 millones de tablets Chile. Y según GFK, se vendieron más de 3,7 millones de smartphones.

Lo interesante es que no se ve un movimiento por llegar a donde está el público lector, sino que se insiste en la idea de que ellos vayan a la biblioteca.

Probablemente volveremos a escuchar las personas que piden que se rebaje el IVA de los libros cómo si esa fuera la solución a todos los males o que se hace necesario hacer grandes campañas para incentivar la lectura.

No me entienda mal. Me parecen ideas bien intencionadas, pero absurdas. Si queremos que más gente lea, facilitemos el acceso. La gente ya tiene el dispositivo para leer, ahora démosle el contenido, porque al final eso es lo que importa, no las hojas ni el papel.