Hoy parte la Feria Internacional del Libro de Santiago o FILSA. Un evento sin duda culturamente importante, potente, de esos que no hay que perderse. Si su hijo o hija tiene dentro suyo el bichito de la lectura, invierta unos pesitos y busquen juntos un buen libro. Algo que los atraiga, que los entretenga, que los alegre. Tal vez como nunca, la literatura para jóvenes y adolescentes está viviendo un momento de oro. Habrá también la operotunidad de ver lo que pasa también con los ilustradores y el comic, otro estilo y género que vive un renacer importante.
Sin embargo el evento todavía me huele a un poco de naftalina. Revisando el programa encontré sólo un expositor que fuera a hablar de libros digitales, un argentino que se atreve a tener una primera editorial de libros digitales. Ojo que tuve que explorarlo. La Feria aún se enfoca en ser un referente cultural (lo que me parece loable) pero le hace el quite a la más importante tendencia del mundo editorial que es la irrupción de los libros digitales. Cómo que por esta parte del mundo creemos que si ignoramos el hecho entonces es cómo que nada sucediera.
Me gustan los libros, pero también me gustan los libros digitales. Y en Chile parecemos aferrados a un sistema de distribución del conocimiento que es obsoleto. La feria será el lugar de encuentro en donde 350 bibliotecas públicas harán su compra y encargos anuales. La biblioteca en sí, como un recurso clave para acercar el conocimiento y los libros a las personas es un dinosaurio. Caras, difíciles de mantener y aún más difíciles de administrar. ¿Para que voy a ir a una biblioteca si puedo tener los libros en mi teléfono? O bien puedo tenerlos y leerlos en un tablet, cuyo costo de los modelos más básicos es el equivalente 40 mil pesos chilenos. O mejor dicho, dos libros.
Un dato, según la consultora IDC, el año pasado de vendieron más de 1,5 millones de tablets Chile. Y según GFK, se vendieron más de 3,7 millones de smartphones.
Lo interesante es que no se ve un movimiento por llegar a donde está el público lector, sino que se insiste en la idea de que ellos vayan a la biblioteca.
Probablemente volveremos a escuchar las personas que piden que se rebaje el IVA de los libros cómo si esa fuera la solución a todos los males o que se hace necesario hacer grandes campañas para incentivar la lectura.
No me entienda mal. Me parecen ideas bien intencionadas, pero absurdas. Si queremos que más gente lea, facilitemos el acceso. La gente ya tiene el dispositivo para leer, ahora démosle el contenido, porque al final eso es lo que importa, no las hojas ni el papel.